Cuando apenas te enamoras, te resulta bastante natural ser reflexivo. Pasas horas soñando con tu ser amado, te preguntas qué estará haciendo, ensayas cosas admirables para decir y luego disfrutas de los dulces recuerdos de los momentos que pasan juntos. Confiesas con sinceridad: “No puedo dejar de pensar en ti”.
En la mayoría de las parejas, las cosas comienzan a cambiar luego de un tiempo o al casarse. La chica al fin tiene a su hombre; el chico tiene su trofeo. Las chispas del romance se consumen hasta transformarse en brasas grisáceas, y la motivación para la reflexión se enfría. Poco a poco, su atención se vuelca a sus labores, a sus amigos, a sus problemas, a sus deseos personales, a sí mismo. Luego de un tiempo, comienzas a ignorar las necesidades de tu pareja sin darte cuenta.
La falta de consideración es un enemigo silencioso para una relación amorosa. Seamos sinceros.
Los hombres luchan la consideración más que las mujeres. Un hombre puede concentrarse como un láser en una cosa y olvidarse del resto del mundo. Aunque esto puede ser beneficioso por un lado, también puede hacer que pase por alto otras cuestiones que necesitan su atención.
Por otro lado, la mujer puede prestar atención a varios asuntos y estar pendiente en forma increíble de distintos factores a la vez. Puede hablar por teléfono, cocinar, saber en dónde se encuentran los hijos en la casa y preguntarse por qué su esposo no la ayuda,
todo al mismo tiempo. Además, es consciente de todas las personas conectadas con esa tarea.
Estas dos tendencias son ejemplos de cómo Dios diseñó a la mujer para que completara al hombre. Dijo Dios en la creación: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea” (Génesis 2:18). Sin embargo, estas diferencias también crean oportunidades para los malentendidos.
Por ejemplo, los hombres tienden a pensar en forma de titulares y a decir exactamente lo que quieren decir. No se necesita demasiado para comprender el mensaje. Sus palabras son más literales y no habría que analizarlas demasiado; pero las mujeres piensan y hablan entre líneas. Tienden a insinuar. A menudo, los hombres deben escuchar lo que está implícito para comprender todo el mensaje.
Si una pareja no entiende estas diferencias, las consecuencias pueden ser desacuerdos interminables. Él se siente frustrado y se pregunta por qué ella habla con acertijos en vez de decir algo en forma directa. Ella se siente frustrada y se pregunta por qué él es tan desconsiderado y no ata cabos para comprender las cosas.
La mujer anhela profundamente que él sea considerado y reflexivo. Esto es clave para ayudarla a que se sienta amada.
Cuando ella habla, el hombre sabio escuchará como un detective para descubrir las necesidades y los deseos tácitos que insinúan sus palabras. Sin embargo, si ella siempre tiene que decirle cómo son las cosas, se pierde la oportunidad de que el esposo demuestre que la ama.
Esto también explica por qué las mujeres se enojan con sus parejas sin decirles por qué. Ella piensa: “No debería tener que explicarle todo. Tendría que poder mirar la situación y darse cuenta de lo que sucede”. Al mismo tiempo, él sufre porque no puede leerle la mente a ella y se pregunta por qué se lo castiga por un crimen que ignoraba haber cometido.
El amor exige consideración (de las dos partes); la clase de consideración que construye puentes con la combinación constructiva de la paciencia, la amabilidad y el desinterés. El amor te enseña a llegar a un acuerdo, a respetar y valorar la manera única en la que piensa tu pareja.
El varón debería escuchar a su pareja y aprender a considerar sus mensajes tácitos. La mujer debería aprender a comunicarse con sinceridad y no decir una cosa cuando en realidad quiere decir otra.
Sin embargo, muchas veces te enojas y te frustras, y sigues el patrón destructivo de “preparen, apunten, ¡fuego!”. En el momento, hablas con dureza; y más tarde, decides si deberías haberlo dicho.
Por el contrario, la naturaleza reflexiva del amor, te enseña a usar la mente antes de usar la boca, El amor piensa antes de hablar.
Filtra las palabras a través de una rejilla de verdad y bondad. ¿Cuándo fue la última vez que pasaste algunos minutos pensando sobre cómo podrías comprender mejor a tu pareja y demostrarle amor? ¿Qué necesidad inmediata podrías satisfacer? ¿Para qué acontecimiento próximo (aniversario, cumpleaños, día festivo) podrías prepararte? Los grandes matrimonios surgen de la reflexión profunda y una buena comunicación.